7 de marzo de 2017

Satán “el gran exégeta del Mal”


No ha de pasar desapercibido ante el Evangelio de hoy el hecho escalofriante del dominio de las Escrituras que denota y delata tener Satán. Seguramente mucho más que cualquiera de nosotros, el Malo se las conoce de cabo a rabo, de Génesis a Apocalipsis, versículo por versículo. Y no sólo: sabe de la infinidad de traducciones posibles de cada pasaje, como sabe de cada uno de los comentarios que en la Historia del cristianismo se hicieron de cada cual. Y como ángel de luz (Lucifer) los pone, saca, recorta, acomoda, reubica, recombina con un ingenio escalofriante. Como decía Ratzinger, Satán es “el gran exégeta del Mal”.
Y hoy lo vemos en pleno ejercicio de ese arte monstruoso. No es tan estúpido como para salir con lo que dijo un romano o alejandrino, ni un rabino mequetrefe de moda. No, no es tan tonto. Baraja la Escritura y con todas las cartas marcadas, reparte en su beneficio. En su maléfico beneficio. Como un encantador hipnotizante, habla palabras de Dios en boca demoníaca, habla palabras divinas en boca satánica, habla como Dios contra Dios.
Es su mejor juego. Su más sofisticado estratagema. No sale de ateo, ni de sincretista ni con frases de Bucay. Sale de biblista. Manipula las Escrituras: esa es su arma mortífera. De nuevo: manipula las Escrituras.
Desde entonces, el mayor peligro para el cristiano no es la última estupidez que dijera un político, un librepensador, o la letra morbosa de una canción. El mayor peligro es el angélico y lustroso arte exegético de recombinarnos textos de la Palabra de Dios para hacerla decir lo que nunca dijo. Para hacerla decir contra sí misma.
El mayor peligro es matar a Dios con la espada de Dios.
P. Diego de Jesús, monje del Cristo Orante

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